EL OCASO... Por RENNY OTTOLINA

Cuando lo ví, sentí una sensación de sorpresa. El ocaso estaba allí desde hacía rato, pero yo no había alcanzado a darme cuenta de ello. Iba guiando el automóvil hacia Madrid, después de un día de campo. Me sentía un poco cansado y deseaba llegar pronto para sumergirme en un baño caliente que sacara de mis huesos el frío de un día invernal, con una temperatura excepcionalmente baja para Castilla la Nueva.
Marchaba a una velocidad algo superior a la normal para una carretera un poco estrecha y aquello exigía toda mi atención. De allí que la tarde se hubiera acercado a la noche casi sin que yo lo hubiera notado. No sé por qué movimiento que hice con mi cabeza hacia la izquierda, observé algo que me produjo un estremecimiento de inusitada emoción.
Por breves instantes presentí que algo sobrenatural estaba a punto de ocurrir. Reduje la marcha a una velocidad que me permitiera dar un vistazo a aquello que me había llamado la atención, sin que hubiera podido precisarlo, y miré entonces, concentrándome en la búsqueda. El esplendor era tal que sentí que se me cortaba la respiración. Como cuando se descubre una escultura o un monumento escondidos por siglos. O como cuando salta una chispa de profundo reconocimiento mutuo entre un hombre y una mujer que jamás se habían visto y que en el preciso instante de verse por primera vez, se dan cuenta que se estaban esperando el uno al otro desde hacía muchos años. No me di cuenta exactamente de cómo detuve el automóvil por completo, a un lado de la carretera. Pero una vez que me hube estacionado, comencé a girar de nuevo la cabeza, esta vez, sin la prisa obligatoria de la marcha. Todo había acontecido en un breve lapso de segundos y aún no había podido ver, realmente, aquello que había sentido de manera tan extraordinaria.
Era el segundo vistazo a la obra de arte o a la mujer recién encontrada, para ver si en efecto existía o si había sido un juego de la imaginación.
Nunca antes me había asombrado tanto, ni en esta forma el cotidiano espectáculo de un atardecer. Las nubes salían como un grandioso abanico semi cerrado e inclinado, que apoyaba un vértice de sol sobre un horizonte de olivares. Los campos sembrados, se recogían en lo más negro que pueden ser los verdes. Sobre ellos, una conjugación de rojos, azules, violetas y esmeraldas, se iluminaba a sí misma con una luz que no supe si era propia o si la ponía mi corazón que latía apresuradamente. Era una belleza mayestática y al mismo tiempo dulce, como un parto. Nacía esta noche y no se quería parecer a las demás.
Nunca vi el sol tan deslumbrante como cuando se puso el velo de este ocaso y permitió así que lo mirara. Y en aquel momento apareció, digna y pura, la silueta silenciosa del hombre y los dos caballos de labranza, camino de su casa. Con sus aperos al hombro, sin cara que lo distinguiera de otros, aquel labriego eran todos los labriegos. Cortando un cielo que reunía todos los atardeceres.
Ya el ocaso no estaba allí. Quedaban solo algún que otro retrasado esplendor que se apresuraban a seguir la marcha del sol desaparecido. Fue entonces cuando abrumado, empequeñecido y exaltado al mismo tiempo, me di cuenta que, por unos instantes maravillosos, me había sido dado el privilegio de ver algo cuya presencia nos ha sido enseñado que existe, pero que a nuestros ojos, raras veces les es dado distinguir.
Había visto, sin el menor asomo de una duda, la Existencia de DIOS.
RENNY OTTOLINA.

Muchas personas, por no decir la mayoría de los venezolanos, no le conocieron a Renny Ottolina, otra de sus múltiples facetas. El 16 de septiembre de 1986, reproduje un CUENTO inédito de él y que pone de relieve lo grande que era en aquellas cosas a las cuales les dedicaba empeño porque salieran bien. La instrucción de Renny, abarcaba demasiado y de allí que siempre nos decía:
" La única forma de ganar dinero honestamente, es trabajando" . Incansable, Renny,lo dio todo por Venezuela, y es el ejemplo para quienes tenemos la responsabilidad de contribuir porque el País, salga de esa grave encrucijada por la que actualmente estamos padeciendo y por la que ÉL, tantas veces nos transmitió a través de sus programas de Televisión y Radio. 
Faltando pocas horas para el Nacimiento del NIÑO JESUS, he querido regalárle a todos mis queridos lectores este maravilloso CUENTO, que es un tesoro para guardarlo por siempre. Finalmente, concluyo con sus inolvidables palabras de despedida: ¡ LOS QUIERO MUCHO !   ¡PÁSALO!
GASTÓN ECHEVERRÍA CRIOLLO.
21 de diciembre 2014
Este Cuento de Renny, permanecerá en pantalla, hasta el próximo domingo 28, pero el día 25, 
podràn ver el mensaje de Navidad para todos ustedes.
gastonecheverriac@gmail.com

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